Numerosas son las definiciones y muchas adjetivadas. La entrevista es en esencia el encuentro entre una persona: el entrevistador y otra, el entrevistado, aunque por excepción puede ser la convergencia en un sitio del entrevistador con varias personas a la vez (Los entrevistados).
En el primer caso es una cita acordada entre dos para hablar de un tema concreto y por extensión de otros que surgen al calor de la conversación entre quien interroga y el interrogado: No existe un patrón rígido, aunque si una premisa, la espina dorsal de lo que se quiere lograr con la entrevista: un pintor figurativo, por interés expreso del entrevistador hablará de su obra, un poeta de la suya y un científico, de sus experimentos y logros.
En los tres personajes hay un objetivo subyacente: cómo conquistó el éxito con su pintura; de qué manera llegó al depurado soneto si su obra es esencialmente de versificación libre o… ¿En que se basa su teoría de la oxidación como expresión de vejez?
El objetivo subyacente de cierta manera es un hilo conductor para hacer de la entrevista un texto atractivo ante los ojos del lector o un espacio que atrapa al televidente o al radioescucha, según de que se trate. ¿Cuál es la razón? La razón de que ese acontecimiento mágico ocurra es que a través del hilo conductor el entrevistado se desnuda espiritualmente, disipa brumas e interrogantes acerca de su personalidad.
Puede aflorar el hilo conductor con una pregunta tan simple como esta: “¿Cómo comenzó todo?” Es como tocar un resorte íntimo del entrevistado que lo lleva a hacer un viaje retrospectivo en su vida, siempre y cuando el entrevistador posea la sagacidad de hurgar oportunamente en el cuento que está escuchando de su interlocutor. El viaje puede provocar risa o llanto, tal vez ira si algo roza una arista oculta, un recuerdo enterrado en la personalidad del entrevistado.
El viaje en las profundidades de la vida del entrevistado, en el que este acepta la compañía del entrevistador puede deparar más de una sorpresa. En mi experiencia personal, tomar el tren hacia el pasado de un Fiscal General de la República, cuyo nombre, lugar y fecha del encuentro, me reservo por razones éticas, me permitió atisbar interesantes paisajes sicológicos del entrevistado y, en un punto del recorrido, sentirlo saltar al presente en un mar de lágrimas, tras soltar a su padre en la lejana niñez del respetable funcionario público.
En otra ocasión presencié veinte años después de ocurrido el hecho, como una muy respetada entrevistada era violada por un hacendado en la resequedad de la sabana. Pero lo trascendente fue descubrir en ella a una mujer extraordinaria que cabalgó sobre maltratos físicos, vejaciones y carencias para escalar los peldaños más altos de la pirámide social. En ella hice un descubrimiento adicional: encontré un ser lleno de amor y sin reservas malsanas con el pasado o expresado en otros términos, con el resto de la gente. Ella creció y su crecimiento retratado en la entrevista hizo de esta un texto memorable, por supuesto, obviando el tema de la violación y otros no menos desgarradores. En este punto hay algo bien importante: el respeto al entrevistado, el tácito pacto que se produce con él o con ella de callar algunas cosas porque pertenecen a una intimidad inviolable. Se produce una intensa complicidad entre entrevistador y entrevistado, algo parecido al secreto de confesión que no siempre se ha respetado a través del tiempo.
Una buena entrevista también puede ser el cimiento de una sólida amistad cuando el entrevistado se siente identificado con lo que dijo y bien retratado por la pluma del periodista o escritor, según el caso. Raras veces ocurre, pero cuando sucede es algo que estremece las fibras mejor guardadas de la sensibilidad del entrevistador. Ese detalle es recibir la gratitud emocionada sin ropajes, desnuda, del entrevistado. A veces, este descubre y acepta, que nunca antes fue tratado tan bien, ni siquiera cuando recibió el “honoris causa” en la universidad o una irrepetible recompensa por sus méritos. El tema es que esa gratitud pertenece a los insondables espacios del espíritu donde no penetran los oropeles de reconocimientos preconcebidos. Esa gratitud está por encima de la terrena vanidad y es el mejor regalo que un escritor o periodista no siempre bien pagado, puede recibir. Allí el entrevistador entra en el campo del sembrador alegre, que esparce la simiente para que todo el mundo coma su pan.
Las consideraciones anteriores acerca de la entrevista son vivenciales; no integran el campo de la teoría y reglas establecidas por la Academia, pero la teoría es importante y la expondremos parcialmente a continuación, en el entendido que ocuparíamos con ella decenas, tal vez cientos de cuartillas, porque, ciertamente, sobre la cuestión se ha escrito mucho.
SUPUESTOS ORÍGENES
Utilizo el término supuesto por nuestra pertinaz concepción metropolitana de los orígenes de las cosas. En su momento fue España la metrópoli europea que nos impuso sus patrones culturales, sus creencias y de la mezcla surgió en nuestro caso, lo latinoamericano. Hubo cierto “tiempo muerto”, utilizando el argot cañero de los centrales azucareros de Cuba, para expresar el “reposo” de las fábricas de azúcar, fuera de temporada de molienda. Ese “tiempo muerto” advino –según mi percepción- después de nuestra independencia política de la Corona Española. Otros patrones culturales europeos nos llegaron de ultramar, especialmente de Francia y es elocuente en ese sentido, el ejemplo del afrancesado Guzmán Blanco, que durante su gestión de gobierno imprimió sus gustos en buenas muestras de nuestra arquitectura capitalina de la segunda mitad del Siglo XIX: Muestras del gusto por lo francés lo vemos también en el paisaje urbano decimonónico de otras capitales de América Latina y el Caribe. Eso ocurrió, mientras se desperezaba el león sajón en América del Norte. Estados Unidos, la potencia dominante que izaba su bandera en una enorme extensión del México de habla española; que adquirió las vastedades de Alaska a la Rusia zarista, que se anexó Puerto Rico, la colonia española del archipiélago filipino; que impuso la Enmienda Platt a Cuba y se perpetuó en Guantánamo con su base naval; que desplazo a la vieja Europa del comercio regional, del estamento financiero, nos marcó con una nueva impronta metropolitana y así, Miami desplazó a Madrid y París del sueño dorado de nuestra gente, permeada por la nueva cultura en todos sus estratos. Lo norteamericano de Estados Unidos se transformó, de hecho en la meca de nuestras elites y nuestro idioma se llenó de anglicismos yankinizados como ayer de galicismos cuando la lejana Francia era la luz de Belén para nuestra provinciana burguesía de las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX.
Hecho este rápido “paneo”, tal vez necesario para entender el tema de la entrevista, tomamos como punto de partida la concepción metropolitana anglosajona y en particular estadounidense para reseñar que la publicación de la primera entrevista se atribuye al New York Tribune, probablemente el 20 de agosto de 1859.
En la misma concepción de la cultura metropolitana, hay un texto insoslayable: Las grandes entrevistas de la historia (1859-1992), cuyo editor es el británico Christopher Silvester. En su extensa y erudita introducción, Silvester asegura que el primer entrevistado de la historia fue en 1859, el líder mormón Brigham Young y el autor de la entrevista, el periodista Horace Greeley. Sin embargo, otra versión afirma que el mérito de la primera entrevista correspondió veinte años antes, a James Gordon, propietario del New York Herald. Se trató de una conversación glosada al Presidente de Estados Unidos de América del Norte, Martin Van Buren. Quizá estas afirmaciones son ciertas para el mundo de habla inglesa y no así para el crisol de naciones de Europa continental, especialmente en los países centrales donde florecieron los primeros diarios impresos de que se tenga noticia. Pero lamentablemente carecen de reseña sobre la antigüedad de la entrevista, si es que se produjo alguna en esa zona. De todas maneras algo pudieran recordarnos algunos productos de la publicidad de corte anglosajón como “La mujer más bella del mundo”, “El hombre mejor vestido del universo”, “La mujer más elegante…” ; el más, más y deténgase ahí. La historia recoge la hazaña de los hermanos Wright, de Estados Unidos, considerados pioneros de la aviación, pero pocos hablan del brasileño Santos Dumont. Nadie menciona que un español inventó el primer submarino y muy pocos saben en la dimensión del planeta tierra, que un venezolano llamado Jacinto Convit desarrolló la vacuna contra la lepra.
Con estas pocas referencias seguimos el hilo que nos ofrece Silvester y aceptamos que La Entrevista comenzó como género en la segunda mitad del siglo XIX. Al principio se le trató peyorativamente como algo de poca monta, vulgar y quizá ello se debió a que entonces era inexistente el concepto de cultura de masas, aunque ya el Manifiesto Comunista había roto un poco ese cartabón cuando se editó en los albores de la década del sesenta del siglo XIX. Para algunos autores la publicación de ese documento sirvió un poco de abreboca a la irrupción posterior de la entrevista como vehículo comunicacional de gran potencialidad. Desde sus comienzos fue popular y, de cierta manera abrió el camino de una nueva era en la prensa escrita. Los diarios comenzaron a ganar aceleradamente espacios de lectores y la entrevista tuvo una gran influencia en ello. El “Boom” arropó a un grupo cada vez mayor de escritores, que se convirtieron en entrevistadores de oficio y le imprimieron al naciente género brillantez y proyección en el sentido de la intemporalidad que iba mucho más allá del simple hecho noticioso. Los textos crecientemente populares acompañaban a la revelación de personalidades (los entrevistados) que habían permanecido secularmente en las sombras y que, adicionalmente, enriquecían el periodismo de opinión y la crónica en la dimensión de que la creación literaria tenía un nuevo nicho en las rotativas de los periódicos.
La enseñanza aportada por el entrevistado y la exploración del entrevistador le imprimieron una nueva dinámica a los periódicos y consecuentemente se reflejó en las ventas. Era de hecho, la entrevista una invaluable herramienta para proyectar no solo al entrevistado si no también al escritor.
Por otro lado, aunque en la misma perspectiva, la entrevista fue desde siempre un choque de inteligencias: el entrevistado quiere quedar bien con su público y el entrevistador todo lo contrario cuando hurga en el personaje al que interroga facetas no previstas por este último. En ese “choque de trenes” termina imponiéndose la magia de la entrevista porque finalmente hay tres ganadores: el que interroga y escribe, el interrogado y el lector que se recrea con un buen producto.
La entrevista es magia ¿Por qué? porque en ella puede ocurrir de todo: desde el enamoramiento hasta el odio, pero en un plano de fugacidad donde lo no dicho juega un papel determinante en al atmósfera que un buen periodista literario o escritor quiere lograr.
Como la crónica cuyo rasgo fundamental es el tiempo en la que se escribe y a la que pertenece, la entrevista también retrata una época porque quienes hablan son generalmente los personajes protagonistas de esa época. Por eso, una buena entrevista se puede leer en cualquier tiempo y a veces como el buen vino cuando se añeja es mejor.
Si la buena entrevista contribuyó enormemente a la prosperidad de los diarios, las entrevistas que nunca se hicieron alimentaron a los detractores del género. Un ejemplo recogido por Silvester en su introducción ya mencionada a Las grandes entrevistas de la historia ilustra esa cosa extraña que nunca se hizo. Eso suele ocurrir en casos poco comunes cuando el editor le ordena al periodista que entreviste a determinado personaje y aquel no consigue su objetivo, pero quizá para garantizar su estabilidad laboral inventa el encuentro con quien le fue pautado. El caso a que se refiere Silvester es el General francés Georges Ernest Jean Marie Boulanger, fuerte enemigo de la Comuna de París, un movimiento revolucionario de largo aliento y corta vida, que se hizo del poder en la capital de Francia entre el 18 de marzo y el 28 de mayo de 1871. El mencionado personaje llegó a Londres, procedente de Bruselas y fue sorprendido en su habitación del Hotel Bristol por un supuesto periodista quien insistió en que le respondiera unas cuantas preguntas; el general se negó y al día siguiente para su sorpresa apareció publicada a dos columnas en un diario de gran tirada: Entrevista con el general Boulanger . El ejemplo retrata un caso típico de falta de ética y falsedad muy común en la prensa amarilla o sensacionalista de nuestros días. Ese no es precisamente, el tema que nos ocupa en este espacio, pero es un buen ejemplo de lo que no se debe hacer. La práctica de la falsedad fue tan dañina que quizá influyó para que Lewis Carrol, autor de Alicia en el país de las maravillas se negara persistentemente a ser entrevistado.
“Ya tenían decidido lo que yo era” expresó en una oportunidad el actor Dustin Hoffman al referirse a una desagradable experiencia con alguien que inventó cosas sobre él, alejadas de la verdad. Para curarnos en salud los ejemplos positivos de buenas entrevistas hacen cordilleras y en esas elevaciones esta la trascendencia del género que nos ocupa.
En otro plano, la entrevista es un instrumento para la investigación y como ningún otro género tiene a su favor la fuerza del testimonio.
Me permito amigos talleristas darles algunas indicaciones de mi larga experiencia personal como entrevistador durante más de una década para el espacio La entrevista del domingo, que co-fundamos en el tabloide Ultimas Noticias, de Caracas:
1.- El entrevistador no debe decir y escribir en su texto lo que quiso o quiere escuchar.
2.-Jamás debe abrumar al entrevistado con su retórica.
3.-Le corresponde al entrevistador inducir las respuestas que desea, no inventar estas.
4.- El entrevistador debe dejar hablar a su interlocutor e interrumpirlo oportunamente, siempre con la aquiescencia de su interlocutor y evitar así que este se sienta atropellado.
5.- Estimular todo lo adicional que pueda aportar el entrevistado y que enriquezca el texto final que sale publicado.
6.- La entrevista para que sea buena tiene que desarrollarse en un ambiente de distensión aun cuando se trate de temas antagónicos con las posiciones de quien entrevista.
7.- Conviene tener una idea previa de quien se va a entrevistar, pero sin preconceptos que maten la calidad del producto final.
8.- Quien entrevista debe ir abierto, dispuesto a escuchar, no a debatir.
9.- El entrevistador debe ser un poco “confidente” del entrevistado y aceptar cuando este último le dice: “no pongas eso ahí” o “utilízalo a discreción”
10.- El respeto al entrevistado y a lo que dice es una regla de oro. Eso no conspira contra la intencionalidad de quien entrevista. El juego que el periodista o escritor haga con las preguntas, dará casi siempre, las respuestas deseadas.
11.- Siempre que sea posible, la entrevista debe realizarse en el lugar adecuado, sin testigos, salvo que el interlocutor lo pida.
12.- el periodista debe tener un resguardo, por si acaso le falla la memoria o la grabadora. En ocasiones este adminículo no debe ostentarse demasiado y a veces hay que sacarla de circulación para no inhibir las respuestas deseadas.